¿Qué haces para inspirarte frente a un bloqueo creativo?

No creo que alguien pueda hacer algo para inspirarse. Creo que la inspiración viene de repente, en cualquier ámbito. Lo que si es que cuando ya has estudiado y tienes más vocabulario en tu lenguaje de danza, es decir, que ya conoces más pasos, estilos, música; el momento de inspiración si llega más seguido. 

Es necesario tener un vocabulario para desarrollar la creatividad. Es difícil buscar a la inspiración, yo siempre trato de investigar, ver videos de bailarinas que me gustan, escuchar música nueva. Entre toda esa búsqueda, de repente llega algo con lo que te conectas y ese es llamado a la creación.

 

El mundo de las artes es muy amplio y variado, ¿tienes algún interés particular en otro tipo de arte?
Soy amante de todo el arte – dice entre risas. Me gusta mucho la fotografía y diseñar algunas de mis publicaciones, aunque nunca podré igualar el trabajo de un diseñador. No soy experta ni en la fotografía ni el diseño, pero lo aprecio mucho. Me encanta el dibujo, uno de mis sueños es aprender a dibujar bien. 

Y lo que descubrí es que tengo habilidad para hacer mehndi, que es el arte de hacer tatuajes de henna de la India. Creo que lo hago bastante bien y esa es mi versión de dibujar.

¿Crees que la industria de la danza árabe en el Ecuador ha ido creciendo?

Sí, mucho. Ya no diría que vamos paso a pasito, porque cada vez somos más las chicas que no solo nos dedicamos a esto sino que encuentran en la danza oriental una actividad muy importante para sus vidas. Entonces, definitivamente creo que ha crecido un montón y seguirá creciendo. Inclusive ahora, que estamos viviendo esta clase de paro por la pandemia, la danza y actividades físicas son lo que todavía nos mantiene cuerdos dentro de casa (risas). 

¿Cómo nació la idea de crear Marhala Danza?

Estuve un año fuera del país, porque había muchos festivales en Europa y Egipto, donde quería participar. Decidí que era el momento ideal, porque siempre quise vivir afuera y ver cuál era el camino a tomar. 

Antes de irme daba un montón de clases en Damiana Levy, mi primera escuela y cuando estaba allá descubrí que me hacía mucha falta dar clases, porque me gusta compartir lo que sé. Entonces empecé a trabajar con clases particulares, regulares y ahí decidí que era momento de abrir mi escuela.

¿Has encontrado alguna manera de fusionar la danza con tus estudios en comunicación corporativa?

La comunicación corporativa es muy amplia, así que sí. He organizado eventos de danza, fui community manager primero en Damiana Levy, por un buen tiempo cuando daba clases. Trabajaba en las dos cosas al mismo tiempo. Ahora manejo mi imagen y la de la escuela. Entonces si ejerzo un poquito, aunque no es a lo que me dedico, pero si me ha ayudado mucho.

¿Cuáles son los planes a largo plazo?

Por el momento que estamos viviendo, trato de no pensar a largo plazo porque eso genera, no en todas las personas, un poco de angustia a veces. Obviamente tengo un montón de sueños para mí y la escuela, los voy trabajando día a día. 

Quiero seguir danzando, que la escuela crezca y no es el hecho de tener más alumnas, porque lo que me encanta de esta danza es que se crea una comunidad. Entre más chicas haya es mucho mejor porque hay más gente que comparte lo que te gusta. Y eso justamente escribí en un post sobre el día de la danza. Solo las personas que lo han vivido saben lo increíble, sanadora y transformadora que es esta danza.